Transferencias electrónicas: del éxito silencioso a la deuda pendiente

Son el método de pago favorito de millones de chilenos, pero siguen siendo incómodas, poco interoperables y nada pensadas para el comercio. Es hora de modernizarlas y regularlas con visión de futuro.
Por Jorge Vives, Head New Business ProntoPaga
Chile vive un boom silencioso en los pagos digitales. Mientras todos miraban las tarjetas y las billeteras electrónicas como los grandes protagonistas del nuevo comercio, las transferencias electrónicas de fondos (TEF) se convirtieron (casi sin darnos cuenta) en el método más utilizado por millones de personas. Hoy representan el 26% de las transacciones digitales, superando incluso a las tarjetas de crédito. Pero aunque su popularidad es innegable, su experiencia de uso sigue atrapada en una lógica de los años 2000: útil, sí. Moderna, no tanto.
Pagarle a un amigo por el almuerzo o transferirle a tu mamá es fácil. El contacto ya está guardado, el monto se escribe sin pensar y el dinero viaja en segundos. Pero basta con llevar esa misma acción al comercio (al restaurante, al quiosco, al flete que te trae un pedido) y la promesa de lo digital se diluye. Te entregan un papel con el número de cuenta, o te mandan un WhatsApp con los datos para que hagas copy/paste. Tienes que abrir tu app bancaria, copiar datos, revisar que el RUT esté bien digitado, y rezar para que no haya errores ni límites que frenen la operación. Si el comercio es nuevo para ti, probablemente tendrás que esperar a que se active como destinatario. Rápido no es. Sencillo, menos.
Y sin embargo, todos lo hacemos. Porque está ahí, disponible, libre de comisiones y aceptado en casi todas partes. Pero lo hacemos porque nos acostumbramos. Sabemos que no es la mejor experiencia. Y el comercio, por su parte, la acepta como puede: revisando cartolas bancarias a mano, pidiendo pantallazos, esperando que el nombre en la transferencia coincida con el pedido. En muchos casos, ese dinero que entra no queda registrado formalmente. Es plata que vuela fuera del sistema contable, imposible de conciliar sin horas de trabajo extra o inventos caseros.
Hay intentos por ordenar este caos. Plataformas como Redpay permiten escanear un QR, elegir tu banco y pagar sin teclear ningún dato. Una maravilla, en teoría. En la práctica, no todos los bancos están integrados. ¿La razón? Falta de regulación que obligue a la interoperabilidad. Nadie quiere ceder terreno ni abrir su jardín. Y así, mientras en otros países se construyen autopistas de pagos digitales abiertas y colaborativas, en Chile seguimos usando papelitos o mensajes de texto que se traspasan por copy/paste.
El comercio electrónico ha dado un paso más adelante, gracias a iniciadores de pago que integran TEF como opción rápida y segura en el checkout. También existen los botones de pago ofrecidos por algunos bancos, aunque sus costos elevados hacen que no todos los comercios los implementen. Pero incluso ahí, cuando el monto es alto -$1.000.000 o más- las transferencias empiezan a fallar. Los límites para primeras transferencias, las alertas antifraude y los bloqueos por seguridad hacen que el usuario vuelva a la tarjeta o, en el peor de los casos, abandone la compra.
Desde ProntoPaga lo vivimos todos los días. Y por eso desarrollamos dashboards que permiten al comercio ver, en un solo lugar, todos sus pagos sean por TEF, tarjetas o billeteras de forma trazable y clara. Porque si no se puede medir, no se puede controlar. Y si no se puede conciliar, es como vender en la oscuridad.
El problema no es tecnológico. Las herramientas existen. Lo que falta es voluntad. Voluntad del regulador para exigir interoperabilidad real. Voluntad de los emisores para integrarse a soluciones abiertas. Voluntad de la industria para pensar las transferencias no solo como un método entre personas, sino como un pilar del ecosistema comercial. QR dinámicos, notificaciones en tiempo real, validaciones inteligentes: todo eso ya está al alcance. Solo falta que lo hagamos norma.
Y claro, también hace falta modernizar los límites. Si un usuario tiene historial, si el riesgo es bajo, ¿por qué detenerlo con topes arbitrarios? La experiencia digital debe adaptarse al usuario, no al revés.
Las TEF están en el corazón de la vida financiera de los chilenos. Han ganado su lugar a pulso. Pero su crecimiento no puede seguir descansando en la costumbre. Necesita estructura, regulación, diseño. Porque si no hacemos nada, seguiremos viendo esa escena de todos los días: el comercio con un cartelito plastificado que dice “aceptamos transferencia”, (o el cada vez más famoso: “ya no aceptamos transferencia”), mientras el cliente teclea lento, con el ceño fruncido y la esperanza de no equivocarse. Y eso, en pleno 2025, simplemente ya no está a la altura del país digital que queremos construir.